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O drama dos bons sacerdotes
Artigo em Espanhol.
Es muy preocupante la situación de muchos y muy buenos sacerdotes católicos que están siendo perseguidos cada vez de un modo más cruel por sus obispos. Y esto se da en todas partes. El panorama es desolador.
En varias ocasiones hemos tratado en este blog un tema acuciante: el de los sacerdotes. Los católicos sabemos que sin sacerdotes se acaba la religión y, peor aún, con sacerdotes que pasan por católicos pero que no lo son, también se acaba la religión pero sin que seamos conscientes de ello. Creeremos seguir siendo católicos y recibiendo los sacramentos cuando en realidad, habremos comenzado a pertenecer a una secta más o menos cristiana que, aunque los pretenda, no tiene sacramentos.
Si desglosamos el problema, nos enfrentamos en primer lugar con la formación sacerdotal, cuando esta es posible. Lo cierto es que los seminarios diocesanos están vacíos y, cuando tienen habitantes, buena parte de ellos suelen ser especímenes que no tiene nada que perder y la vida sacerdotal es la opción más cómoda, o la única opción que les queda en la vida. No digo yo que esto siempre esté mal, pero la mayoría de las veces es algo muy peligroso y suele terminar mal: ejemplos sobran.
Por otro lado, y perdida ya la fe católica en buena parte del episcopado, los seminarios y sus condiciones de ingreso se han tercerizado en especialistas en recursos humanos o en casting… Veamos dos ejemplos recientes. Este anuncio apareció en la web de una diócesis alemana: “¿Eres hombre, tienes al menos 20 años y buscas una formación que te garantice un contrato de trabajo indefinido? Entonces el anuncio de empleo actual de la diócesis de Dresde-Meißen podría ser de tu interés”. O bien, en la arquidiócesis de Madrid, con la gestión del nuevo arzobispo Cobo, los candidatos a ingresar al seminario deben atravesar un minucioso examen psicológico en el que una profesional, no necesariamente católica, les interroga acerca de sus hábitos sexuales presentes y pasados e, incluso, sobre la vida sexual de sus padres. Desconozco qué relevancia puede tener esta información para Su Eminencia.
La situación actual de los sacerdotes, si pasamos al segundo nivel de desglose, es muy compleja. Buena parte de los sacerdotes jóvenes —y me refiero a los menores de cuarenta años poco más o menos— son de tendencia conservadora o tradicional. Hace poco se conoció un estudio realizado en los Estados Unidos y del cual resultaba que el 52% de los sacerdotes ordenados recientemente se consideraban “conservadores” o “muy conservadores”, el 44% “moderados”. Sólo el 4% era “progresista”. Probablemente en ese país los porcentajes sean un poco más elevados que en el resto del mundo, pero lo más lógico es que un sacerdote joven y normal sea conservador, ya que ningún joven va a ofrendar su vida a Dios para bendecir y alentar las mismas situaciones de pecado y mundanalidad de las que salió. El problema, que es gravísimo, surge con los obispos que no necesariamente son progresistas sino que son ignorantes e incapaces de gobernar siquiera una parroquia. Hace algunas semanas, en un sinceramiento fruto seguramente de su estupidez, un cardenal miembro del Dicasterio de los Obispos —es decir, los que deciden sobre el nombramiento de los obispos— admitió en una reunión pública que la directiva es no elegir obispos entre los sacerdotes que sean profesores universitarios o que tengan títulos académicos. Los obispos deben ser “pastores”, es decir, tener “olor a oveja”. Y así le va a la Iglesia cuando estos ejemplares se calzan la mitra. El problema no es su falta de titulaciones ni sus fragancias más o menos ovinas; el problema es la pasmosa modestia de entendimiento que suele caracterizarlos. Son incapaces no solamente de recitar el Padrenuestro en latín —muchos recordamos el lastimoso video de un primado haciendo pininos no ya para declinar la lengua latina, ¡sino para leerla!— sino de mantener una discusión medianamente seria sobre temas de su incumbencia. Quiero decir con esto que algún sacerdote joven y conservador, que comience a ser perseguido por su obispo como sucede habitualmente, no podrá defender su postura en un diálogo “franco y paternal” sencillamente porque su obispo no sabe los rudimentos de la teología y ni siquiera ha leído con comprensión lectora los documentos del Vaticano II. Se maneja con eslóganes y, sobre todo, por obediencia servil a quien le debe todo, es decir, a Francisco. Frente a una situación de mínima complejidad con sacerdotes conservadores, correrá a Roma a pedir instrucciones. Él es incapaz de tomar una decisión, y no por tímido, sino por inservible.
Es muy preocupante la situación de muchos y muy buenos sacerdotes católicos que están siendo perseguidos cada vez de un modo más cruel por sus obispos. Y esto se da en todas partes. Y lo que más preocupa y duele es que los obispos están jugando con la vida de personas jóvenes que se entregaron completa y generosamente a la Iglesia, y es la Iglesia la que a través de sus obispos los está golpeando permanentemente. ¿Cómo pueden hacer para mantenerse incólumes frente a las ocasiones y tentaciones permanentes que les ofrece el mundo? Lo que están haciendo los obispos, alentados por Roma, es criminal. Será este tema de un próximo post. Y, si lo vemos desde el punto de vista de los seglares, el problema es que nos quedaremos sin buenos curas o, al menos y en le mejor de los casos, nos quedaremos sin buenos curas en situación regular.
Si pasamos al último nivel de análisis, con respecto al futuro, el panorama es completamente desolador. Tomemos nuevamente el caso de Estados Unidos por el simple hecho que tiene estadísticas actualizadas. En 1970 había en ese país 59.200 sacerdotes y 53.000.000 de católicos; en la actualidad, hay 34.300 sacerdotes y 65.000.000 de católicos. Claramente, es cuestión de tiempo para que la Iglesia se queden con una dotación mínima de sacerdotes, totalmente insuficiente para atender a los fieles.
Frente a esto, hay dos factores a considerar. En primer lugar, que esta es una preocupación nuestra y de buena parte de los miembros de la Iglesia, pero no de todos. La verdad es que no sé hasta qué punto puede preocuparle a los obispos alemanes, por ejemplo, o al cardenal pornógrafo o a buena parte del clero, que los fieles se queden sin sacramentos y, sobre todo, sin misa. Como hemos dicho en otras ocasiones, ellos han perdido la fe católica y, consecuentemente, consideran que los sacramentos no son más que construcciones rituales surgidas de ciertos grupos sociales y que resultaron útiles para conservar la identidad del grupo y para el consuelo emocional de sus miembros. Seamos brutalmente honestos, ¿creerán efectivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía? ¿creerán realmente en que la absolución perdona los pecados? ¡Pero si no creen siquiera en el pecado! Para ellos —y estos “ellos” son los que tienen autoridad ahora en toda la Iglesia—, la falta de sacerdotes no es un problema. Los seglares podrán asumir fácilmente las funciones de coordinadores y animadores comunitarios, y los sacramentos podrán ser reemplazados por algún otro tipo de construcción ritual más adaptada a los tiempos que corren. ¿Exagero? Fíjense lo que pasó hace pocos días en Maldonado (Uruguay) y en la ermita de El Campillo (Madrid).
La opción más “conservadora”, paradojalmente, es la que prevé dos opciones. La primera, es “importar” sacerdotes desde zonas con abundancia de vocaciones, y hay una sola que es África. Y así, es habitual ver sacerdotes africanos sirviendo en iglesias europeas. Y no lo hacen mal. Es conocido que en París, por ejemplo, los africanos que están en el santuario de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa son buenos confesores, mejores incluso que muchos curas parisinos, que no son de lo peor de Francia. La cuestión es si serán suficiente y hasta cuándo los sacerdotes africanos conservarán la fe. El mal de la herejía modernista se extiende como una mancha de aceite y tarde o temprano llegará a todas partes.
La segunda opción “conservadora” es la ordenación de hombres casados que, aunque a muchos nos repugne, es preferible a la impía veleidad de ordenar mujeres. Pero, a mi entender, no es más que una fantasía. Habrá, seguramente, jóvenes que decidan optar por el sacerdocio siempre y cuando se les permita el matrimonio. El problema es si habrá jovencitas dispuestas a casarse con alguien cuyo medio de vida será el sacerdocio. Es lo que está ocurriendo actualmente en varios seminarios católicos de las iglesias orientales: hay seminaristas que han terminado sus estudios y no pueden ordenarse porque no consiguen novia… Y primero deben casarse para después recibir la ordenación sacerdotal. El mundo cambió, y las mujeres también. Ya no hay muchas que quieran ser “matushka”.
Podría optarse, claro, por ordenar “laicos comprometidos”, tal como hoy se los ordena como diáconos permanentes. La cuestión es que el sacerdocio les exigiría una dedicación a tiempo completo, y en muy pocos países los ingresos parroquiales les permitirían vivir y sostener a su familia que necesariamente sería numerosa (¿o el matrimonio sacerdotal practicaría la contracepción?). Se optaría, quizás, por ordenar a hombres ya mayores y jubilados, que no tuvieran apremios materiales. Pero no veo yo que la animación comunitaria, los campamentos con jóvenes y las peregrinaciones podrían ser sostenidas por señores que cargan ya varias décadas de vida sobre sus espaldas.
El panorama, como dije, es desolador. Y la esperanza, una vez más, está en los pequeños grupos que, en torno a la misa celebrada por aquellos apaleados sacerdotes fieles, resistan y conserven la fe hasta que el Señor se manifieste.